Thursday, September 17, 2009

La Beatlemanía charra

Como se si tratara de un grupo surgido en el barrio de Tepito o en alguna colonia populosa del norte de la ciudad Monterrey, tienen Los Beatles presencia diaria en el país y se les puede imaginar, sin necesidad de grandes elaboraciones mentales, en compañía de Chava Flores o Germán Valdés Tin Tán. Éste, por cierto, cantaba en los años sesenta “Ráscame aquí”, una versión paródica de “Quiero estrechar tu mano”, y cuya letra (actívese el riff de la memoria en do y re) decía (¡música maestro!) más o menos así: “Oh yea, dame tu mano, que tengo comezón, / oh yea, dame tu mano, quiero rascarme aquíiiiiiii”.
En los puestos de periódicos suele haber ediciones especiales de los cuatro fabulosos, unas mal hechas y otras también (con los datos revueltos y las fotos mal impresas), con excepción acaso de los números monográficos de La Mosca en la Pared, que eran en verdad para coleccionistas; en la fonda, mientras acomete uno la vitamina T, no es difícil encontrar (en paredes por las que circulan moscas, también, y cucarachas) carteles del Cuarteto de Liverpool o chicos que manchan de grasa o salsa sus playeras negras (compradas en el tianguis) con fotos de John, George, Paul y Ringo; y probablemente, mientras uno le pone la sal a la torta y el taco o la tostada, la música de fondo sea de los cuatro fabulosos, pues hasta el día de hoy la radio comercial mexicana dedica dos horas enteras, una a las ocho de la mañana y otra a la una de la tarde, al grupo. ¡Sí, señores, vino la raza y los convirtió en Bicles!
Esta persistencia ha provocado algunos ritos surrealistas, como las tardeadas beatlémanas en los teatros Tepeyac, El Ferrocarrilero y hasta el Metropolitan, para escuchar a grupos-tributo que llegan a ser sofisticadas copias charras de la banda inglesa: consiguen instrumentos de la misma marca y modelo, encarnan a cada uno de los músicos sea en la primera época, en la etapa sicodélica o en el crepúsculo de los sesenta (“ese es McCartney, claro, y ese otro, el de los lentecitos, es Lennon, y el chaparrín…”), tocan y cantan como ellos, y llegan a desarrollar en el escenario, con una precisión pasmosa (hasta con maestría, diríase), piezas que por su dificultad Los Beatles nunca se atrevieron a interpretar en vivo, como “Un día en la vida”, y habrá quienes se animen hasta con la “Revolución número 9”. Y sucede, sí, cuando uno está en el público, que llega a sentirse como si se presenciara una resurrección directa de aquellos que, alguna vez, pudieron haber tocado en México (en agosto de 1965), en un concierto cancelado por el Regente de Hierro, Ernesto Peralta Uruchurtu. El rito se convierte en un ajuste de cuentas, aunque sea ficticio, con el político: “¿No que no? Aquí están ellos, son nuestros”.
En varias ciudades de la República Mexicana hay tiendas de memorabilia Beatle, y en algunas hay festivales anuales de intercambio y venta de discos originales, copias piratas o recopilaciones alternativas de manufactura independiente (Pear o Walrus, por ejemplo), muñecos, gorras, corbatas, calcetines, chamarras, encendedores, ceniceros, loncheras y todo lo que pueda uno imaginar. Y hay familias enteras que sacan el gasto semanal gracias a la Beatlemanía, en la venta o hechura de objetos diversos.
Entre los personajes del país que convoca esta fiebre musical —además de los conductores del programa de radio, uno de ellos surgido del “Gran Premio de los 64 mil pesos”—, está Ricardo Calderón, coleccionista y copista de objetos relacionados con el cuarteto, del club Seguimos Juntos, que año con año organiza un viaje mágico y misterioso a Londres y Liverpool, y quien guía a los fanáticos a los sitios emblemáticos. Este 2009 consiguió que un grupo-tributo mexicano, Aleph, tocara en la mismísima Caverna liverpooliana. Y a su regreso Calderón se dedicará a organizar su Beatle Fest en las cercanías de La Villa, a desarrollarse a finales de noviembre o comienzos de diciembre. Otro personaje es José Estrella, que tiene su tiendita Beatle en la calle Vértiz, por el Parque de las Américas, en la colonia Narvarte, del defectuoso… aunque hay ya otra en Pilares (ventanera), entre Cuauhtémoc y División del Norte, que le hace competencia.
Los Beatles nunca tocaron en México (juntos, se entiende), pero están aquí, siguen aquí, de aquellos años maravillosos hasta ahora; y desde el ronco pecho de Tin Tán puede contemplarse su curiosa inmersión en la cultura autóctona: “Cuando me rascas siento que voy a morir, / dame tu mano quiero más, mucho más, mucho máaaaaaas”...

Septiembre 2009

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