Monday, October 17, 2005

¡Beatlemanía!

No querían viajar a Estados Unidos. Le habían dicho a su representante Brian Epstein que irían a América sólo cuando tuvieran un “número uno” en las listas de popularidad. A Cliff Richard, Adam Faith y otras grandes estrellas de la Gran Bretaña, les había ocurrido que al ir a Norteamérica eran presentadas como figuras secundarias detrás de gente como Frankie Avalon o Fabian, artistas que sólo habían llegado a tener un éxito en su carrera.
Así que para John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr una gira en América podría significar un paso atrás y se resistían. Un paso atrás de varios pasos hacia adelante que habían dado a lo largo de 1963.
El presentador norteamericano Ed Sullivan los encontró en el aeropuerto de Heathrow, de regreso los Beatles de una breve gira por Suecia, y se preguntó por qué armaban tanto alboroto. Se enteró, sin embargo, que dos sencillos del cuarteto (“Please, please me” y “She loves you”, editados por sellos discográficos menores, Vee Jay y Swan) no habían tenido suerte en Estados Unidos. De todos modos, y por no dejar, mostró interés en presentarlos una sola vez en su programa dominical como una curiosidad británica. Ya en negociaciones, a mediados de noviembre Brian Epstein convenció a Sullivan de que fueran dos las actuaciones (el 9 y el 16 de febrero de 1964) y que los anunciara como número principal. Con esto amarrado, el representante de los Beatles logró la promesa de que Discos Capitol prensara en enero el sencillo “I Want To Hold Your Hand” con el apoyo de una campaña publicitaria de 50 mil dólares... Las cartas estaban sobre la mesa, mas era difícil prever cómo funcionarían.
Surgió un naipe imprevisto: el 22 de noviembre, en Dallas, el presidente John F. Kennedy fue asesinado. El pasmo se apoderó de Estados Unidos, país que pasó las Navidades sumido en el luto y que para enero intentaba salir del duro letargo.
El contexto parecía adverso para que los Beatles triunfaran en América. Mas unos días antes de emprender el viaje se enteraron que “Quiero estrechar tu mano” era la canción número uno en la lista de Billboard. Era tiempo de ir por América, había que correr ese riesgo, aunque las probabilidades de fracasar fueran muchas.

***

A principios de febrero de 1964, el camarógrafo Albert Maysles recibió una llamada telefónica de la compañía británica Granada Television: le informaron que el día 7 llegaban los Beatles a Nueva York y estaban interesados en hacer un documental sobre su gira... Albert tapó la bocina y le preguntó a David, su hermano, que colaboraba con él como sonidista:
—¿Sabes quiénes son los Bealtes? ¿Son buenos?
—Sí, son geniales.
Aceptó entonces el trabajo. El viernes 7, hacia las 13 horas, los Beatles arribaron al John F. Kennedy de Nueva York procedentes de Londres; sorpresivamente, el aeropuerto había sido tomado por los fanáticos. Había carteles de bienvenida aquí y allá: “Beatles, los peluqueros están hambrientos”, o “Los quiero mucho, quédense aquí para siempre”. Nunca se había visto nada así. Confesaría, más tarde, George Harrison: “Sí fue una sorpresa para nosotros ese recibimiento. Pensábamos que debíamos esforzarnos para conseguir la fama, y no: ahí estaba”.
El acuerdo era que Albert y David Maysles estarían con los muchachos en todo momento. Su trabajo puede ser visto en el DVD The Beatles: The first U.S. Visit, y en las tomas de ellos que aparecen en el capítulo tres de la Antología.
De viernes a viernes, del 7 al 21 de febrero, la “beatlemanía” se apoderó de Estados Unidos pero a niveles no vistos en Gran Bretaña: el “yeah, yeah” fue elevado a su máxima potencia, multiplicado o quintuplicado.
Para los Beatles un rápido descubrimiento fue la radio, donde repetían a todas horas sus canciones. La frecuencia 1010 de AM, con su locutor Murray Kaufman, conocido como Murray el K, fue llamada durante esos días “la estación de los Beatles”. En la limosina Cadillac, en el camino hacia Manhattan, Paul llevó el receptor portátil en la mano como su juguete nuevo e incluso fingía conversar con las voces de los comerciales: “¿Buscas un cigarrillo que te satisfaga?” “Sí, lo busco.” “¿Uno que te proporcione el placer que buscas al fumar?” “Eso es.” “Hay un cigarrillo que te ofrece lo que buscas: Kent, con su filtro micronite...” Lo que daba pie a otra melodía beatle.
El audífono era una novedad: George se lo colocaba en el oído izquierdo y sentía como si usara un aparato para mejorar la capacidad auditiva. Decía, sonriendo: “Estoy sordo”.
Al entrar a la ciudad, las chicas histéricas se abalanzaron sobre los dos coches y embarraron sus rostros en los cristales. La policía montada tuvo que intervenir para despejar las calles. El hotel Plaza era una fortaleza. Afuera las chicas esperaban ver, por lo menos, a uno de ellos y gritaban histéricas: “¡Queremos a los Beatles, queremos a los Beatles!” Hubo algunas que lograron andar por los pasillos antes de que las descubrieran y las expulsaran. Algún adolescente se presentó en la recepción como amigo de los Beatles, lo que nadie le creyó. En sus habitaciones ellos atendían por televisión la noticia de su llegada en “The Hunkey Brinkley Report”, o presentaban por teléfono canciones de su gusto para Murray el K: “Soy Paul McCartney en WINS 1010, y esto es ‘Pride and Joy’, de Marvin Gaye”.
Las estaciones de esas jornadas son conocidas: el sábado 8 tuvieron una sesión de prensa en el Central Park, a la que no pudo asistir George por estar enfermo de la garganta... Luego, fueron a los ensayos para el programa de Ed Sullivan. En los descansos, entre una y otra actividad, Murray el K (autonombrado el “quinto Beatle”) transmitía desde el hotel Plaza y conversaba con ellos.
El domingo 9 fue el show de Ed Sullivan, con una audiencia récord de 73 millones de televidentes... La serie de cuatro programas con participaciones de los Beatles (9, 16 y 23 de febrero de 1964; 12 de septiembre de 1965) está disponible en DVD, y quienes se arriesguen a ver con atención esas cuatro horas entenderán la excepcionalidad del cuarteto de Liverpool. En el primero de ellos, por ejemplo, el mago Fred Caps presentó sus trucos de baraja o una tonta rutina con un salero; también estuvo el meloso reparto del musical Oliver; o Frank Gorshin con sus imitaciones de figuras del espectáculo (Brando, Lancaster, Hitchcock, Douglas...); además, la robusta cantante cómica Tessie O’Shea; los comediantes Brill y McCall; y los acróbatas Wells & The Four Fays. Para tolerar todo eso había que tomar dos de esas pastillas de Anacin que tanto se anunciaban. Otros patrocinadores fueron las mezclas de Pillsbury para preparar panecillos, pasteles o hotcakes al instante; la crema Aeroshave para una buena afeitada, y la cera para zapatos Griffin.
El momento para la historia fue la presentación de los cuatro, cuando Ed Sullivan con su gesto mortuorio anunció: “Ladies and Gentleman, The Beatles”. Esa noche cantaron “All my loving”, “Till There Was You”, “She Loves You”, “I Saw Her Standing There” y su primer “número uno” estadounidense: “I Want To Hold Your Hand”. Grabaron además otras tres canciones que se transmitirían el día 23.

***

Como era invierno y el mal tiempo seguía, el martes 11 viajaron en tren a Washington para el concierto en el Coliseum, programado a las 20:30 horas. El escenario era una suerte de cuadrilátero; montaron la batería de Ringo en una base circular. Les pidieron que giraran de canción en canción por las cuatro caras del ring, lo que creó complicaciones (como el que la base del baterista se atorara). Dispusieron de 3 bocinas para 8 mil 600 asistentes, es decir un equipo no adecuado. Circula también ahora un DVD (sin autorización de Apple) con imágenes de esa noche; el disco es de calidad mediana en cuanto a imagen y con una edición deficiente ya que interrumpe el concierto con comentarios que muchas veces no vienen al caso. El menú en el Coliseum fue de sólo ocho canciones, poco más de media hora. En “Roll Over Beethoven” George cambió de micrófono... Hubo más gritos que música, una emotividad desbordada. En una manta se leía: “Los queremos mucho, nunca nos dejen”.
Tuvieron en el Carneggie Hall de Manhattan dos actuaciones la tarde del 12 de febrero, sobre las que la bibliografía beatle a la mano no se extiende gran cosa. Luego, el jueves 13, volaron a Miami para el segundo programa de Ed Sullivan, del domingo 16 en el hotel Deauville, en el que la figura coestelar fue la cantante romántica Mitzi Gaynor. El aforo en el auditorio era para 2 mil 600 espectadores pero se vendieron 900 boletos de más, lo que ocasionó una trifulca iniciada por quienes no pudieron entrar.
El martes 18 visitaron a Cassius Clay en su gimnasio de entrenamiento. Luego fueron al cine a ver la película Funn in Acapulco, que tenía a Elvis Presley como protagonista.
Tomaron el avión de regreso a Londres el viernes 21 de febrero por la noche. A las 8:30 de la mañana del sábado 22 estaban de vuelta. Una manta los recibió: “Bienvenidos a casa, chicos”, y había acaso tantos fanáticos como los que los recibieron en el John F. Kennedy dos semanas atrás, esta vez para celebrar al cuarteto que había conquistado América.
A principios de marzo empezarían a filmar, con el director Richard Lester, un largometraje que tenía el título tentativo de Beatlemanía.
El año 1964 iba a ser para ellos de largas noches y días difíciles.

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