Saturday, March 15, 2008

El (des)orden aleatorio

Convivimos con ello, y por lo mismo no nos detenemos a pensar lo que significa que casi toda nuestra colección musical pueda estar ahora comprimida en una pequeña caja… que algún día cumplirá, por cierto, su vida útil, porque no es un almacén permanente o eterno. Supe de alguien que al darse cuenta que podía tener su discoteca completa en el bolsillo cargó en su reproductor todo lo que tenía y regaló sus discos físicos. ¿Qué hizo el día en que el milagroso artefacto comenzó a fallar?, ¿simplemente fue por otro a la tienda más cercana y volvió a empezar de cero?, ¿tenía un respaldo confiable?, ¿qué tanto perdió en el camino?
Lo mismo de quienes sustituyen sus libros por lectores computarizados puede decirse del experimento sónico: siempre será tranquilizador tener a la mano el álbum (o el tomo) original, por cualquier cosa que llegara a ocurrir. Los libros, por ejemplo, no se apagan de repente, no se descomponen así como así. Y puede uno leerlos sin que se les acabe la pila. Si el reproductor digital desaparece o es robado, estará por ahí el disquito para consolarse mientras se le guarda luto a la modernidad. Pero nada es nunca eterno, y nada nunca es para siempre. ¿Nos sobrevivirá el reproductor o le sobreviviremos nosotros? Que alguno de los dos descanse en paz.
El estado actual de mi cajita musical es la siguiente: tiene 18.83 gigabytes de música, suficiente para 14.3 días de sonido continuo. En otras palabras, metí en ella 5 mil 687 canciones que vienen de 363 álbumes de 639 artistas en 14 géneros (blues, clásico, rap, rock, pop, disco…) Hay mucho y de todo, pero algunos personajes están en el cuadro de honor: de Björk, por ejemplo, tengo 21 álbumes, de los que resultan 210 canciones o 14 horas de música continua; de Pink Floyd hay 31 álbumes y 334 canciones, para pasar un día completo con los fluidos rosados… Los Beatles son otra cosa: 74 álbumes, mil 348 canciones, 2.5 días de disfrute del cuarteto de Liverpool, pues se incluye lo oficial y mucho de lo que hay de grabaciones alternas.
El coctel aleatorio está a la mano, y si se le activa puede uno sorprenderse: es como si uno hubiera introducido sus discos en una licuadora, y resultara cada vez una mezcla diferente. Podría pensarse que es una nueva forma de escuchar, porque el universo del gusto personal se agrupa en un espacio pequeño y crea extraños vaivenes.
Veamos, mientras se escriben estas líneas, qué jornada propone el reproductor. Es sus marcas, listos… La primera pieza es “Come together”, versión en vivo de John Lennon que viene en recopilatorio Working Class Hero. Del beatle en su etapa solitaria están todos sus álbumes; no podría decir lo mismo de Paul McCartney, porque en algún momento me di cuenta de que su orbe es tan amplio como irregular, y no vale la pena ser exhaustivo con él. Quizá sí con George Harrison, que no tiene demasiado. Y en cuanto a Ringo, mejor irse por los grandes éxitos, el Photograph.
Acaba “Come together” y sigue “No no no” con Yeah Yeah Yeahs (de Fever to Tell), aportación de mis hijas mayores… pues la cajita se ha alimentado con algunas cosas suyas, pese a los reclamos de una de ellas, Jimena, de que me apropie de lo que les gusta. La bebita, Ana Luisa, también contribuyó: escucha con emoción a Mozart, Cri-Crí y últimamente a Bing Crosby con Louis Armstrong. A los cinco meses de vida le dio por el jazz.
Se diluye el “No no no” entre raros sonidos y aparece U2, con “Mystirious ways” (de The Best of 1990-2000), y son, pues misteriosos los caminos del señor de la manzana, tercero en la lista de millonarios mundiales, leí en algún lado. Un grupo, éste de U2, con el que simpaticé un tiempo pero al que (para ser sinceros) me cansa escucharlo. Me agradaron por ser irlandeses. Puedo al día con una o dos canciones suyas, casi nunca un álbum completo.
A veces se atan las canciones: los tambores finales de “Mystirious ways” podrían haberse unido a los de “Sympathy fot the devil”, de Rolling Stones… pero no pasó. Enseguida, Simon & Garfunkel cantaron “He was my brother”. Después, Madonna y “Justify my love”; y Rolling Stones, sí, con “You don’t have to mean it” en vivo. Luego, una serenata de Mozart; y algo disco: Baccara y “Yes sir, I can boogie”; Elvis Presley y “Surrender”... Y así sucesiva y aleatoriamente, ¿por los siglos de los siglos?

Marzo 2008